¡Un Arzobispo contra un Virrey de la Nueva España! ¿Quién ganó esta pelea?


Se pudiera antojar impensable, pero sí sucedió: un pleito entre dos de los máximos exponentes de los poderes reales españoles en América, entraron en conflicto, por un lado el representante personal del Rey, el virrey, y por otro lado, el Arzobispo de la ciudad de México. ¿Quién ganó en esta contienda?

Diego Carrillo de Mendoza y Pimentel, Marqués de Gelves y conde de Priego
Diego Carrillo de Mendoza y Pimentel, Marqués de Gelves y conde de Priego. Virrey de la Nueva España
Arzobispo de México Juan Pérez de la Serna
Arzobispo de México y Luego de Zamora (España), Juan Pérez de la Serna

VS.

Este episodio de la historia ha sido llamado el Tumulto de 1624, y sucedió así:

El contexto de este pleito tiene como base general una carestía y acaparamiento de maíz, que afectaba en lo general a la Nueva España, pero en lo particular, se resentía en la capital y zonas cercanas. Para darnos una de las condiciones de la situación, la Alhóndiga de la ciudad ya no estaba siendo abastecida con la regularidad necesaria para cubrir la demanda, y por otro lado, los surtidores se habían dado cuenta de que podían vender directamente a los compradores sin necesidad de pasar por dicha institución, de tal forma que su ganancia se incrementaba al evitar vender al precio dictado por las autoridades.

Igualmente, se vendía carne a diferentes precios en expendios no autorizados, de tal forma que tanto la Alhóndiga como las carnicerías con permiso no podían hacer frente a la competencia, pero por ello el abasto era desigual y sólo los que contaban con el suficiente efectivo podían comprar los alimentos. La mayoría de los que no podían acceder al maíz y la carne eran indígenas, y de ellos un gran número se concentraban en la ciudad de México, debido a que se encontraban ocupados en las labores del drenaje de la ciudad y para las obras de reparación de un dique para contener las inundaciones que eran endémicas en la ciudad.

Debido al acaparamiento, el precio del maíz se disparó, pasando de 10 reales la fanega (aproximadamente 55 litros)  a 24 reales la fanega, esto en la ciudad de México, y fuera de ella, el precio llegó incluso a los 40 reales por fanega.

En vista de ello, el Virrey Diego Carrillo de Mendoza y Pimentel, Marqués de Gelves y conde de Priego, a quien llamaremos sólamente Virrey en adelante, dictó medidas para combatir el acaparamiento, tales como traer de lugares lejanos maíz más barato, hacer uso de los fondos disponibles para hacer una compra de emergencia y así poder vender a un precio más bajo.

Pero entonces se comenzó a gestar la revuelta, uno de los encargados de vigilar que el maíz se vendiera a los necesitados, era Melchor Pérez de Veráez, Alcalde Mayor de Metepec y corregidor de la ciudad de México, y gran amigo de los oidores Gabiria y Galdós. El hecho de tener dos puestos en la administración virreinal era suficiente para sospechar de que abusaba de su posición, y comenzó a ser señalado y acusado de vender a sus conocidos y gente de dinero, y de provocar con ello que los acaparadores vendieran a mayor precio el grano. Más aún, se le acusó de vender carne de mala calidad, de manera forzada a los indios, quienes la tenían que comprar y consumir aún en época de cuaresma.

Debido a ello y otras faltas, el virrey ordenó capturar a Melchor Pérez de Veráez, quien fue recluido en una casa particular, pero luego se le indicó que no debía salir de la ciudad, así que se refugió en el convento de Santo Domingo y pidió la ayuda del Arzobispo Pérez de la Serna, mismo que ya había tenido diferencias con la Real Audiencia debido a la ligereza con que decretaba excomuniones.

El virrey desde su arribo al poder en Nueva España había recibido quejas acerca del Arzobispo, además un par de ordenanzas decretaban que los ministros religiosos no se entrometieran en las causas de justicia, lo que habla del nivel al que estaban llegando algunos de ellos, pero en especial el Arzobispo de México, quien ya había recibido indicaciones directas del rey en el sentido de que apoyara al virrey!

Debido a que él mismo tenía una carnicería donde el abasto era más caro que en otros lados, el Arzobispo tomó partido con el acusado Melchor Pérez, y comenzó a excomulgar a sus guardias en Santo Domingo, al escribano de la causa y al juez. Si bien retiró las excomuniones cuando se le solicitó, cuando se mandó a presidio al notario del arzobispado por desobedecer las ordenanzas reales, amenazó el arzobispo con excomulgar al virrey si no le entregaba al notario prisionero.

El Arzobispo comenzó a excomulgar a todos los que tuvieran que ver con la causa de Melchor Pérez, y luego subió de tono su postura al decretar el anatema contra aquellos que no hicieran su voluntad, y luego se presentó con una muchedumbre ante la Real Audiencia, quienes le ordenaron retirarse a su casa y pedir justicia desde ella. Al negarse, se le decretó una multa de 4,000 ducados y el destierro de la Nueva España, por desobediente. Al resistirse, tuvo que ser desalojado a la fuerza, y por el rumbo de San Juan Teotihuacan, decretó la excomunión contra la Audiencia, el virrey y los ministros que actuaban en su detrimento.

Quizás por miedo a una revuelta popular, o tal vez por haberse convertido a la causa del Arzobispo, algunos de los oidores revocaron la orden de destierro y ordenaron que se le trasladase a la ciudad de México, pero fueron puestos en prisión por el Virrey. El clima rarísimo que se respiraba en la ciudad, se comenzó a agitar cuando grupos de personas se reunían frente al Palacio de Gobierno, y para dispersarlas se mandó azotar a dos indígenas.

Llegó así el 15 de enero de 1624, fecha en que se publicó la excomunión del virrey, se ordenó que no hubiera servicios religiosos (un cessatio a divinis ordenado por el Arzobispo) y por otro lado, el virrey ordenaba no hacer caso de tales medidas, por lo que cundió el rumor de que el virrey habría mandado asesinar al arzobispo. Ya había una multitud en la plaza cuando acertó a pasar por allí el escribano Cristóbal de Osorio, uno de los excomulgados, y la multitud lo apedreó. Creyó el virrey que bastaba con unos cuantos soldados para contener a la chusma, pero éstos se vieron obligados a refugiarse en el Palacio, ya que la multitud había crecido, pues se les había unido la gente que estaba en el mercado o Parián, entonces ubicado en el actual Zócalo o Plaza de la Constitución.

Los revoltosos liberaron a Pérez de Veráes de Santo Domingo, y con el ánimo en alto por su éxito, arremetieron en varias ocasiones contra Palacio de Gobierno, al cual le incendiaron las puertas. El virrey hizo llamados a los nobles para que acudieran en su auxilio, pero éste no llegó. Hacia el atardecer, el virrey ya había consentido en que el Arzobispo regresara y había liberado a los oidores presos, pero esto no bastó: momentos después el populacho rompió las puertas, liberaron a los presos en palacio y buscaban al virrey. El Palacio ardía en varios de sus puntos, y se cruzaban disparos entre defensores y los asaltantes. La Audiencia, que estaba reunida en las Casas Consistoriales, enviaron recado al virrey para que se diera preso, y al negarse éste, asumieron el gobierno del reino y nombraron capitán general al oidor Vergara Gabiria, uno de los cómplices del Arzobispo y de Pérez de Veraés.

Grabado del Tumulto de 1624
Grabado del Tumulto de 1624

El virrey, al notar por la tarde que de las azoteas cercanas disparaban hacia Palacio, vio todo perdido y se escabulló entre la multitud, que serían cerca de 12,000 personas armadas, disfrazado con ropas de uno de sus criados. Algunas fuentes dicen que se llegaron a juntar hasta 30,000 sediciosos, pero que los hermanos franciscanos habían logrado dispersar a muchos de ellos. Por la tarde, el Arzobispo hizo una entrada triunfal en la ciudad, y fue conducido a las Casas Consistoriales, donde la Audiencia ahora le era totalmente favorable.

El virrey hubo de refugiarse en el convento de San Francisco, y allí permaneció hasta que llegó su reemplazo, el marqués de Cerralvo. La Audiencia, que gobernó durante su prisión en San Francisco, lo rehabilitó en su puesto con el fin de que fuera él quien entregase su puesto a su sucesor. Al final, se ordenó en febrero de 1624 al Arzobispo Juan Pérez de la Serna presentarse en España, de donde no volvería, al ser nombrado Arzobispo de Zamora. El virrey Gelves se presentó ante el rey Felipe IV, para dar cuenta de sus actos, y jamás volvió a pisar suelo americano.

Fuentes:

Grabado del tumulto: biblioteca del Rijksmuseum en Ámsterdam.

Retratos del Virrey y del Arzobispo: Museo de Chapultepec, Ciudad de México.

Rosa Feijoo, “El tumulto de 1624”, El Colegio de México.

Gibrán I. Bautista y Lugo, “Los indios y la rebelión de 1624 en la ciudad de México”, en Felipe Castro (coord.), Los indios en las ciudades, México,unam-iih, 2010.

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